lunes, 15 de diciembre de 2008

Fin

Contento está él, parado detrás de mi puerta, esperando que le abra.

Sé quién es, y no lo quiero dejar pasar. Pues es él quien lleva el concepto de la destrucción en su nombre. Quiere hacerme saber que no me va a dar mas oportunidades. Quiere terminarlo todo.

Lo conocí dos años atrás. Vestía un traje negro, de tres piezas y una corbata roja. Cuando sus ojos se detuvieron en los míos, sentí su esencia, y con ella escalofríos.
El mundo al rededor se detuvo y de repente: el silencio.
Sólo éramos el y yo.

Me dio a entender en ese entonces que el tiempo se me estaba acabando. Y yo, por primera vez optimista, creí que podría arreglarlo todo. Que el tiempo me daba.

Que ingenua. Nada más lejos en la batalla moderna entre la hormiga y el elefante.

De repente: el sonido de sus raquíticas manos en mi puerta.

La computadora perdió la conexión, el teléfono la señal. Estaba atrapada.
Por primera vez en mi vida sentí ese miedo que no te deja sentir nada más. No te deja hablar, y te duele moverte.

El iTunes, todavía en Shuffle, pasaba mi música preferida. Los primero rayos del sol iluminaban suavemente mi cuarto.
Fue entonces cuando encontré la respuesta.

Años atrás, este ser extraño me tenía en desventaja. Me encontró en el momento más débil, y no supe defenderme. En el lugar oscuro en el que estaba, él era mi amo.
Él disponía de mi vida, pues yo no supe apreciarla, y después de mi tercer intento de suicidio, hizo su primera aparición física.

Su nombre era Manón, y no perdonaba. A sus ojos yo era un alma condenada y mi vida ya no era mía, sino de él.
Pretendía llevarme, lejos, muy lejos. Al mundo donde la luz no es más que un mito, y la felicidad un chiste. Dónde la naturaleza es algo de lo que solo los ancianos dementes hablan, y la palabra “arte” no fue inventada. En ese mundo donde no hay colores, y sólo se siente el invierno, para siempre.

Interrumpiendo mis pensamientos, Manón vuelve a tocar mi puerta.
El contraste de la luz del día entrando por mi ventana y el frío que se sentía detrás de mi puerta despertó mis sentidos.

Deseé entonces poder retroceder el tiempo a mi adolescencia perturbada. Deseé haber elegido la vida. Como lo haría ahora.

Abrí mi ventana y dejé entrar el aire tibio de la mañana de Abril. Subí el volumen de la música y miré a mi alrededor. Libros, pinturas, dibujos, fotos, y recuerdos felices.
Ya no era la misma joven de pensamiento oscuro y equivocado.
Ahora sabía que la vida, mi vida, merecía una oportunidad.
La merecía completamente, porque la felicidad esta ahí, en las pequeñas cosas, en mis amigos, mi familia, y mi arte.

Ahora pelearía. Mi juicio había llegado, y no me iría con él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario