lunes, 15 de diciembre de 2008

Desespero

Todo empezó a la madrugada del siete de Julio. Eran aproximadamente las cinco y media cuando sonó el teléfono.

Yo atendí sin asombro por la hora, pues aprendí en mi línea de trabajo que los mejores casos son aquellos que llegan a mí de madrugada. Eso indica desespero e impaciencia, y los clientes que suelen estar en éstas situaciones no escatiman a la hora de remunerar mi trabajo.

_ ¿Si?
_ ¿Es usted Equis?
_ Si, él habla.
_ Disculpe, pero conseguí su número esta noche y necesitaba hablarle de un trabajo... ¿Estoy hablando con la persona indicada? ¿Es usted aquél que soluciona problemas?
_ Puede ser. ¿Quién le dio éste número?
_ Un amigo de un amigo. Entienda señor, necesito saber si me puede ayudar con mi problema, y lo necesito saber urgente.
_ ¿Su amigo le dijo que yo soy la persona indicada?
_ Me dijo que usted o nadie.
_ Bueno señor, primero que nada necesito que se tome dos días para pensar bien qué es exactamente lo que me quiere pedir. Me llamaría entonces y si cree todavía que necesita de mi experiencia, arreglamos una cita. ¿Está de acuerdo?
_ Disculpe señor Equis, pero éste caso es de extrema urgencia y no puedo esperar dos días antes de concretar con usted.
_ Señor...?
_ Galo, me puede llamar Galo.
_ Bueno, Galo, puede hablar con su amigo y confirmar que mi trabajo es 100% profesional. Siempre ayudo a mis clientes y nunca fallé, pero tengo mis reglas y mis clientes siempre tienen que tomarse su tiempo para pensar en frío. Esa regla no es negociable, hay muchos riesgos de lo contrario.
_ Equis, estoy lúcido y me he planteado y re planteado la situación en la que estoy. Necesito su ayuda profesional, lo único que le pido es una oportunidad para presentarle mi caso lo más rápido posible, allí verá que no tiene problemas conmigo.
_ Señor, no hay forma que vaya a cambiar de opinión. Dos días.
_ Le ofrezco $50.000 sólo por la reunión preliminar, acepte el caso o no. No tiene nada que perder.
_ ¿Perdón?
_ ¿Qué le parece un desayuno temprano?

Galo tenía razón, todos rompemos alguna que otra regla auto-impuesta. Especialmente si nos ofrecen esa absurda cantidad de dinero. No pude decir que no. Ahora el caso había llamado realmente mi atención. ¿Por qué ofrecería tanto dinero sin garantía de que aceptaría su caso?

Eran las seis de la mañana cuando nos encontramos en un Aroma de la calle Uruguay. Desde afuera, por las ventanas de la confitería, lo vi por primera vez. Estaba vestido como me había dicho, con un sobretodo gris que hacía juego con un sombrero, lo reconocí al instante. Era un señor mayor, mucho más de lo que me había imaginado por su vos. Estaba sentado con La Nación en una mano, y un cortado en la otra. No parecía estar para nada alterado y eso llamó mi atención.

Cuando me senté junto a él, estiró su mano en forma de saludo, no la acepté. Necesitaba entender a éste hombre. Quería saber su historia.

Después de chequearlo por micrófonos, le dije que no me parecía bien lo que estaba haciendo. Que me quedaría más cómodo si se tomara unos días para pensarlo. Le expliqué que su desespero era mala señal, y que éstas cosas no se hacían a la ligera. Continué un rato, sin dejarlo hablar, explicando cómo se tratan éstos temas, las advertencias de la profesión, los recaudos que habría que tomar para que no haya evidencia en su contra (por lo tanto en la mía) y demás cosas usuales.

Muy respetuosamente, el anciano comenzó a hablar. No estaba nervioso y hablaba despacio cómo para que yo lo pueda seguir. Empezó, como casi todos mis clientes: narrando episodios de su propia vida, y mientras yo esperaba que aparezca el personaje B en la historia, el me hablaba de sus sentimientos.

_ ...Y los medicamentos nunca funcionaron. Siempre fui igual de infeliz, sin importar la cantidad de dinero que ganase, la mujer hermosa con la cual me casé, o los hijos perfectos que tuve. Siempre fui igual de infeliz y aunque traté de...
_ ¡Señor! Disculpe, pero ya pasó una hora y tres cortados y aún no llega a nombrar a la persona marcada. ¿Es el asesino de su hermano? ¿El padre de su mujer? ¿El ex novio de su hija? Señor, de verdad lo compadezco, su vida no fue un carrusel, pero aunque crea que su mayor problema está en su cabeza, no soy psiquiatra y se ve que eso no lo ayuda. ¿Puede ir al punto? Creí que estaba apurado.
_ A la persona a la que quiero que marque con su equis... es a mí. Yo soy la víctima. Quiero que me asesine. Quiero que me suicide, pues yo no puedo hacerlo, y no puedo hacerle eso a mi familia. Hacerles creer que no me dieron felicidad, ni amor. Sé que se echarían la culpa y no quiero que sepan que todos estos años fui así de infeliz y ellos no tenían idea. No se lo merecen. Usted tenía razón, estoy desesperado, desde los veinte años que estoy desesperado. Nada me hace feliz, dígame usted si no es desesperante. Quiero morir, es lo que más quiero, pero no pienso lastimar a nadie en el proceso. Por lo menos no en sus caras. Por favor señor...

Bueno, el resto de la historia ya la saben: su padre había hecho una denuncia a la policía de una supuesta amenaza mía y había dicho que temía por su vida. Después de su muerte, la policía tocó mi puerta y supe que mi fin había llegado.

Una semana después de la muerte de su padre, me llegó una carta anónima a la cárcel. Era la foto de unos chicos abrazados, los dos con una equis roja en sus respectivas caras, atrás se leía:

Lo que le dije era la más pura verdad. Era lo que más quería y le agradezco que se haya encargado, pero mejor irme haciendo algo útil. Dos pájaros de un tiro. En la foto, yo con mi hermano en la Costa. Ambos marcados por la misma equis.

Así fue cómo caí en su trampa, y por eso hoy les escribo desde la correccional, con los días contados y esperando la cámara de gas.

Ésta es mi forma de venganza, decir la verdad. Lo que su padre no quería que sepan, que él mismo se mató. Él arruinó mi vida, me cegó con su dinero, y yo pretendo arruinar su muerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario