lunes, 15 de diciembre de 2008

El Refugio Intermedio (2)

CAPÍTULO DOS.

_ Cuenta la leyenda que mucho tiempo atrás, los hombres perdieron el respeto por el tiempo. De día dormían o se quedaban dentro de sus casas, y de noche salían de fiesta por los bosques. Hacían fogatas y bebían hasta el amanecer sin percatarse de la oscuridad, y luego, cuando el sol estaba en su cumbre, todos se escondían bajo techo.
_ Es cierto que pasó eso. En la ciudad de la que yo vengo, con la llegada de la tecnología entre otros factores, pude observar cómo la juventud perdió el interés por el día, y se fanatizó con la noche.
_ Exacto, y no sólo eso. Se perdió también el respeto a la naturaleza. Siempre encerrados en mundos de ladrillo y concreto, con aire acondicionado y comodidades vanas. La gente ya no aprecia lo que la madre naturaleza nos brinda.
_ Entiendo...
_ Bueno, se dice entonces que una anciana, que vivió toda su vida en una cabaña en el bosque, advirtió de los demonios a quienes habitaban, en ese entonces, Casi Cielo. Pensá Santino, que éste pueblo olvidado que hoy ves, solía ser un paraíso escondido. Y todo quién se halló en éste lugar, se enamoró de él, y nunca más se fue.
_ ¿Casi Cielo? ¿Puede ser? Sólo fue nombrado en términos de ficción, nunca creí que de verdad existiera...
_ Es que nunca quisimos que se sepa, pues el turismo y los extraños en busca de aquello que no es lo que deberían buscar, arruinarían nuestro paraíso terrenal. De hecho lo hicieron. Un grupo de jóvenes guiados por un periodista de mal agüero, llegaron a Casi Cielo con falsas búsquedas y malos hábitos, el mismo verano en que las profecías de la anciana se concretaron por primera vez.
_ ¿Sin respeto al tiempo y a la naturaleza, supongo?
_ Claro, y cómo jóvenes de la ciudad, sus modos fueron rápidamente contagiados a los jóvenes que en ese entonces habitaban el pueblo.
_ ¿Y qué pasó?
_ La anciana reapareció, con sus teorías extravagantes. Decía que los árboles y los animales discutían hace tiempo, y que ya no era sabio ignorarlos. Dijo que escuchó, entre murmullos, que ya no aguantarían ésta falta de respeto. Oyó hablar de demonios y de guerreros, de castigos y de maldiciones...
_ ¿Y la gente la escuchó?
_ No, todos la creyeron loca, y la anciana volvió a su cabaña para ya no salir.
_ ¿Nunca más apareció?
_ No, y luego de ya entender lo que ella advertía, la buscamos. Pero nunca nadie supo dónde estaba la cabaña de la anciana, y el día de hoy la creemos muerta.
_ ¡Que extraño! Que increíble...
_ Ojalá tuviese la ignorancia para creerlo mentira. Si tan sólo nunca los hubiese visto...
_ ¿Y cómo hacen para evitarlos?
_ Cada familia tiene sus métodos. Hay algunos que ignoran la posibilidad de morir ante demonios en forma de lobos, y armados viven su vida como pueden. Otros dejan carne y agua en sus cocheras y tapan puertas y ventanas. Pero todos venimos al refugio cuando ya el peligro nos toca los talones.
_ Ya veo... ¿Y el peligro llegó a vos con el Día hoy?
_ Si... Hay gente que, luego de sobrevivir a algún demonio, perdió la cordura. Muchos nunca más hablaron. Nadie sabe exactamente qué es lo que le hacen a uno. Sí, son lobos, y destruyen. Pero también son demonios y guerreros...

La musa habló con el escritor hasta que los primeros rayos del día hicieron su aparición por las pequeñas ventanas de la cantina. Santino la escuchaba con sincero interés, pero no podía evitar sentir felicidad al escuchar esa perfecta voz dirigida hacia sus oídos. La historia que ella le contaba era bizarra, fantasiosa e increíble, pero todo parecía completamente real en el contexto en el que Santino se encontraba.

¿Cómo había llegado a aquél lugar que, teóricamente, no existía? ¿Cómo se había encontrado, de repente, con tantos problemas ajenos a su vida normal?

No importaban ya los “cómo” para Santino, pues todas las decisiones que tomó aquel año lo llevaron a conocer a la mujer de sus sueños. Ella estaba asustada, y en peligro. Parecía frágil y desprotegida, parecía sola y triste.

Valentina tomó la mano de Santino y dijo:

_ ¿Estás pensando en qué fue lo hiciste mal para llegar acá?
_ No. Pienso que tuve suerte, y agradezco haber tomado las decisiones que tomé éste año, porque me trajeron acá, hoy.

Santino quiso besarla cuando la vio sonreír a su comentario. Pensó entonces en cómo tendría que hacer para protegerla. No quería dejarla ir. No quería que ella sienta miedo, ni que sufra. Quería cuidarla, en lo posible hasta que la muerte los separe.
Se quedaría en Casi Cielo con ella, si lo recibiera. Batallando demonios en forma de lobos, peleando contra el Día y la Noche, y viviendo sólo atardeceres y amaneceres con ella a su lado.

Eran las siete y media de la mañana cuando la realidad y la ficción se unieron ante los ojos de Santino. Su conversación con Valentina ya había tomado un camino mas ameno, y por un momento pareció haber olvidado a los demonios que la acosaban.


Hablaron de la vida, de las religiones, de los trabajos y de los viajes; de sus respectivas familias y de sus sueños frustrados. Rieron y bebieron, y se sintieron cómodos, a punto tal que Valentina creyó haberlo conocido desde siempre; y deseo conocerlo para siempre.

Santino dejó de pelear sus instintos, y en medio de una oración que Valentina intentaba exponer, la besó cómo si fuera el último beso que daría en su vida. Muy a pesar del escritor, su momento de gloria fue interrumpido casi al instante.

_ ¡El Día comenzó hambriento! ¡Nadie salga del Refugio!
Dijo un extraño al entrar a la cantina. Tenía sangre en la cara y en las manos, estaba histérico y tan agitado que se perdía en sus respiros.

Timoteo se acercó a él, y con una silla en una mano y un maletín de primeros auxilios en la otra, fue a su ayuda.

_ ¡Valen! ¡Necesito tu ayuda!
_ ¡Ya voy Tim!
Contestó la musa.

Santino se quedó inmóvil, pero sus ojos estaban bien abiertos. Por su mente pasaban frases y oraciones que había escuchado ese día. Repasaba la leyenda de los demonios, y el beso con Valentina. La anciana del bosque, los lobos, el hombre que pudo combatirlos, la historia de la familia de Timoteo... Y el beso con Valentina.

De un salto y como si no hubiese pasado ni un minuto, Santino corrió hacia su musa con deseos de ayudarla. Ella estaba cosiendo las heridas de ese pobre hombre, y debo aclarar que no le temblaba la mano. Hablaba con aquél que no fue lo suficientemente rápido, trataba de calmarlo y de averiguar qué era lo que había pasado.

_ Fue el día, me agarró distraído. Estaba arreglando el tractor con Tomás, y de la nada me saltó encima. No pude defenderme, tenía demasiada fuerza y sus garras eran muy filosas. Cerré los ojos creyéndome hombre muerto, cuando Tomy con un fierro le pegó al demonio en las costillas...
_ ¡No! ¿Y qué pasó?
_ El demonio me dejó, después de darme un mordisco en la pierna, y se volvió hacia Tomy. Le grité, le dije que corra. Pero él no quería dejarme, y parado encima del tractor como carnada para lobo, estiró su brazo para levantarme.
_ ¿Te subió?
_ Si, me subió al tractor y como por arte de magia lo hizo arrancar, pero el demonio nos seguía... y no les miento si les digo que todavía siento su respiración en mi nuca.
_ ¿Y Tomy? ¿Dónde está?
_ No muy lejos de acá el tractor nos falló, y el día casi nos alcanzaba. Tomy me agarró, y me acercó lo que pudo hasta la cantina. Me dijo que, sea como sea, llegue al refugio. Que él me alcanzaría luego. No quise dejarlo ahí, lo juro. Pero Tomás fue muy insistente... Me dijo que lo distraería para que yo tenga una oportunidad.
_ ¡Dios!


_ No Valen, Dios no tiene nada que ver con éste pueblo donde los demonios reinan. No quiero ser pesimista pero... Yo no creo que sobrevivamos éste verano. Están más fuertes, más grandes, más agresivos... en fin, mas poderosos que nunca. Una vez bebieron de nuestra sangre, y ya no desean nada más.

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