Los días se hacen demasiado largos cuando los pequeños ayudantes del Caído llenan nuestros oídos de oscuridad. Hablan en susurros y mediante intermediarios (que se disfrazan de aquello que no son para inspirarnos cierta confianza) llenan nuestros corazones de pesados sentimientos de odio y de angustia. Quitan la sonrisa de nuestras caras y nos ponen irritables, a punto tal que nos desquitamos con quien sea que se nos cruce primero.
Herimos sin querer a quienes nos tratan de ayudar, pensándolos ciegos al mal que nos rodea, y nos alienamos de quienes aún salvan un poco de luz y felicidad, hundiéndonos más aún en la oscuridad. Caemos a un pozo sin fondo, con los brazos bajos y ya sin ganas de pelear. Estamos solos, y sólo porque elegimos creerles a aquellos demonios que publicitan la maldad.
La oscuridad existe y es verdad que la maldad acecha tras toda esquina ¿Pero por qué vivir en un mundo sin esperanza, si de hecho una simple vela puede alumbrarnos en donde la oscuridad predomina? El bien existe, y la gente cambia. Muchos horrores ocurrieron incluso antes de nuestro nacimiento. Guerras sin sentido, tanto como la palabra misma. Caos, hambre y dolor. Es un mundo de contrastes, pues sin el mal no sabríamos qué es el bien.
Nadie puede cambiar lo que ya pasó. No podemos deshacer el Holocausto, ni detener la bomba de Hiroshima. No podemos resucitar a los muertos ni alimentar a todos los niños hambrientos del mundo, con sólo desearlo.
Tenemos que aprender a vivir en la luz, aún en conciencia de la oscuridad. Tenemos que elegir ver el bien que nos rodea, la belleza en las pequeñas cosas, y las maravillas que éste planeta tiene para ofrecernos. Tenemos que elegir el amor, ante el odio. Desechar la bronca y no prejuiciar, pues la humanidad comete errores, muchos y todo el tiempo. Pero a pesar de que en las noticias promocionen el mal para asustarnos y mantenernos bajo control, y rara vez en pos de la esperanza nos cuenten sobre los avances y los actos de bondad desinteresada de algunos individuos, creamos en lo que nuestros espíritus necesitan creer.
Tengamos fe en el hombre y no discriminemos al generalizar, por errores de quienes tomaron el control teniéndonos engañados y tratan de cegarnos y mantenernos en la incertidumbre de lo oscuro. No odiemos en general por el caos pasado, y no alimentemos a la bronca que sólo es un síntoma del odio, y es contagioso.
Cambiemos nosotros mismos y demos el ejemplo. Vivamos una vida de amor, de igualdad y justicia, sin discriminar ni propagar odio. Tomemos las manos de nuestros afines y tratemos de cambiar aquellas cosas que si están en nuestro poder. Creemos un mundo mejor desde donde estamos.
Todo lo que pasó nos dejó parados en la cuerda floja, y necesitamos una reforma radical, que sólo podemos incitar caminando por el sendero de la luz, alumbrando a quién sea que esté cerca. Prendiendo las velas apagadas y propagando el amor al prójimo, aunque extraño.
Y termino esta cadena de pensamientos porque algún vecino me hizo un regalo sin saberlo, y mientras pensaba y vagaba los pasillos oscuros de mi alma para tratar de alumbrarlos, un show de fuegos artificiales realmente increíble me hizo sentir feliz. Sin ser Navidad ni Año Nuevo, gratis, extraño y completamente sorpresivo.
A tan solo un movimiento de cabeza de menos de 90º, el marco de mi ventana me hizo ver una obra de arte mientras un sauce llorón se alumbraba de todos colores a una sinfonía de sonidos explosivos, pero armoniosos en su belleza. En la oscuridad de una noche fría y algo nublada, las nubes tomaron colores surrealistas, y sonrío ahora mientras dejo lentamente de tipear, para absorber el momento mágico que se me acaba de regalar. Adiós a quién lea, sean felices y amen la vida.
Herimos sin querer a quienes nos tratan de ayudar, pensándolos ciegos al mal que nos rodea, y nos alienamos de quienes aún salvan un poco de luz y felicidad, hundiéndonos más aún en la oscuridad. Caemos a un pozo sin fondo, con los brazos bajos y ya sin ganas de pelear. Estamos solos, y sólo porque elegimos creerles a aquellos demonios que publicitan la maldad.
La oscuridad existe y es verdad que la maldad acecha tras toda esquina ¿Pero por qué vivir en un mundo sin esperanza, si de hecho una simple vela puede alumbrarnos en donde la oscuridad predomina? El bien existe, y la gente cambia. Muchos horrores ocurrieron incluso antes de nuestro nacimiento. Guerras sin sentido, tanto como la palabra misma. Caos, hambre y dolor. Es un mundo de contrastes, pues sin el mal no sabríamos qué es el bien.
Nadie puede cambiar lo que ya pasó. No podemos deshacer el Holocausto, ni detener la bomba de Hiroshima. No podemos resucitar a los muertos ni alimentar a todos los niños hambrientos del mundo, con sólo desearlo.
Tenemos que aprender a vivir en la luz, aún en conciencia de la oscuridad. Tenemos que elegir ver el bien que nos rodea, la belleza en las pequeñas cosas, y las maravillas que éste planeta tiene para ofrecernos. Tenemos que elegir el amor, ante el odio. Desechar la bronca y no prejuiciar, pues la humanidad comete errores, muchos y todo el tiempo. Pero a pesar de que en las noticias promocionen el mal para asustarnos y mantenernos bajo control, y rara vez en pos de la esperanza nos cuenten sobre los avances y los actos de bondad desinteresada de algunos individuos, creamos en lo que nuestros espíritus necesitan creer.
Tengamos fe en el hombre y no discriminemos al generalizar, por errores de quienes tomaron el control teniéndonos engañados y tratan de cegarnos y mantenernos en la incertidumbre de lo oscuro. No odiemos en general por el caos pasado, y no alimentemos a la bronca que sólo es un síntoma del odio, y es contagioso.
Cambiemos nosotros mismos y demos el ejemplo. Vivamos una vida de amor, de igualdad y justicia, sin discriminar ni propagar odio. Tomemos las manos de nuestros afines y tratemos de cambiar aquellas cosas que si están en nuestro poder. Creemos un mundo mejor desde donde estamos.
Todo lo que pasó nos dejó parados en la cuerda floja, y necesitamos una reforma radical, que sólo podemos incitar caminando por el sendero de la luz, alumbrando a quién sea que esté cerca. Prendiendo las velas apagadas y propagando el amor al prójimo, aunque extraño.
Y termino esta cadena de pensamientos porque algún vecino me hizo un regalo sin saberlo, y mientras pensaba y vagaba los pasillos oscuros de mi alma para tratar de alumbrarlos, un show de fuegos artificiales realmente increíble me hizo sentir feliz. Sin ser Navidad ni Año Nuevo, gratis, extraño y completamente sorpresivo.
A tan solo un movimiento de cabeza de menos de 90º, el marco de mi ventana me hizo ver una obra de arte mientras un sauce llorón se alumbraba de todos colores a una sinfonía de sonidos explosivos, pero armoniosos en su belleza. En la oscuridad de una noche fría y algo nublada, las nubes tomaron colores surrealistas, y sonrío ahora mientras dejo lentamente de tipear, para absorber el momento mágico que se me acaba de regalar. Adiós a quién lea, sean felices y amen la vida.
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