martes, 26 de mayo de 2009

Laberinto de Luces y Sombras

Los días se hacen demasiado largos cuando los pequeños ayudantes del Caído llenan nuestros oídos de oscuridad. Hablan en susurros y mediante intermediarios (que se disfrazan de aquello que no son para inspirarnos cierta confianza) llenan nuestros corazones de pesados sentimientos de odio y de angustia. Quitan la sonrisa de nuestras caras y nos ponen irritables, a punto tal que nos desquitamos con quien sea que se nos cruce primero.

Herimos sin querer a quienes nos tratan de ayudar, pensándolos ciegos al mal que nos rodea, y nos alienamos de quienes aún salvan un poco de luz y felicidad, hundiéndonos más aún en la oscuridad. Caemos a un pozo sin fondo, con los brazos bajos y ya sin ganas de pelear. Estamos solos, y sólo porque elegimos creerles a aquellos demonios que publicitan la maldad.

La oscuridad existe y es verdad que la maldad acecha tras toda esquina ¿Pero por qué vivir en un mundo sin esperanza, si de hecho una simple vela puede alumbrarnos en donde la oscuridad predomina? El bien existe, y la gente cambia. Muchos horrores ocurrieron incluso antes de nuestro nacimiento. Guerras sin sentido, tanto como la palabra misma. Caos, hambre y dolor. Es un mundo de contrastes, pues sin el mal no sabríamos qué es el bien.
Nadie puede cambiar lo que ya pasó. No podemos deshacer el Holocausto, ni detener la bomba de Hiroshima. No podemos resucitar a los muertos ni alimentar a todos los niños hambrientos del mundo, con sólo desearlo.

Tenemos que aprender a vivir en la luz, aún en conciencia de la oscuridad. Tenemos que elegir ver el bien que nos rodea, la belleza en las pequeñas cosas, y las maravillas que éste planeta tiene para ofrecernos. Tenemos que elegir el amor, ante el odio. Desechar la bronca y no prejuiciar, pues la humanidad comete errores, muchos y todo el tiempo. Pero a pesar de que en las noticias promocionen el mal para asustarnos y mantenernos bajo control, y rara vez en pos de la esperanza nos cuenten sobre los avances y los actos de bondad desinteresada de algunos individuos, creamos en lo que nuestros espíritus necesitan creer.

Tengamos fe en el hombre y no discriminemos al generalizar, por errores de quienes tomaron el control teniéndonos engañados y tratan de cegarnos y mantenernos en la incertidumbre de lo oscuro. No odiemos en general por el caos pasado, y no alimentemos a la bronca que sólo es un síntoma del odio, y es contagioso.

Cambiemos nosotros mismos y demos el ejemplo. Vivamos una vida de amor, de igualdad y justicia, sin discriminar ni propagar odio. Tomemos las manos de nuestros afines y tratemos de cambiar aquellas cosas que si están en nuestro poder. Creemos un mundo mejor desde donde estamos.

Todo lo que pasó nos dejó parados en la cuerda floja, y necesitamos una reforma radical, que sólo podemos incitar caminando por el sendero de la luz, alumbrando a quién sea que esté cerca. Prendiendo las velas apagadas y propagando el amor al prójimo, aunque extraño.

Y termino esta cadena de pensamientos porque algún vecino me hizo un regalo sin saberlo, y mientras pensaba y vagaba los pasillos oscuros de mi alma para tratar de alumbrarlos, un show de fuegos artificiales realmente increíble me hizo sentir feliz. Sin ser Navidad ni Año Nuevo, gratis, extraño y completamente sorpresivo.

A tan solo un movimiento de cabeza de menos de 90º, el marco de mi ventana me hizo ver una obra de arte mientras un sauce llorón se alumbraba de todos colores a una sinfonía de sonidos explosivos, pero armoniosos en su belleza. En la oscuridad de una noche fría y algo nublada, las nubes tomaron colores surrealistas, y sonrío ahora mientras dejo lentamente de tipear, para absorber el momento mágico que se me acaba de regalar. Adiós a quién lea, sean felices y amen la vida.

domingo, 24 de mayo de 2009

Felicidad Para Ti

El amor de mi vida saca sus llaves de la cartera, con un rápido y rutinario movimiento de muñeca se deja pasar a dónde ambas llegamos a crear un hogar. Caminaba con pasos pesados y ojos de tristeza, la sonrisa que era habitual en su cara, no estaba presente.
Al entrar, en un colchón en el balcón encuentra a su alma afín. Dormida y con un libro encima, con música de Creedence de fondo. Se sienta a su lado y se toma la cabeza con sus manos. En ese momento R, el objeto de su afecto, abrió los ojos y le sonrió.
_ Estoy muy triste, R
Le dijo.
_ Dejame hacerte feliz.
_ Ojalá pudieras
_ Puedo H, dejame. Acostate conmigo.
_ Bueno.
Estaba entonces H acostada a lado de R, quién le hacía caricias en todas las partes que necesitaban una dosis de felicidad.
_ Cerrá los ojos, escuchá la música y seguí mi voz.
H todavía con ojos de tristeza aunque cerrados, ya mostraba el principio de una sonrisa.
_ No pienses en nada más que en mi voz. Borrá el pasado de tu cabeza, y ni pienses en el futuro. Sólo en el presente. Solo “ahora” es lo que importa: éste momento. No importa lo que pasó, sólo importa que todo lo que hiciste te trajo hasta acá ahora, conmigo.
La sonrisa de H estaba cada vez más pronunciada.
_ Estás ahora acá conmigo, escuchando Creedence, en un colchón en el balcón. El día es perfecto, y los últimos rayos del sol de la tarde nos dan la exacta cantidad de luz. No tenés nada de que preocuparte. No tenés ningún problema acá. No tenés ningún miedo, y no estás sola. Nunca vas a estar sola mientras yo viva. Nunca vas a doler mientras yo esté cerca. Sos mi musa, mi amiga y mi amor. Mi propósito es hacerte feliz, y cuando estás triste, crear en tu cara una sonrisa.
La cara de H había cambiado completamente. Estaba feliz y relajada. Tranquila en los brazos de su amante.
_ Ahora sólo relajate, dormí si te da sueño... Cuando abras los ojos, todavía te voy a estar sosteniendo.

jueves, 21 de mayo de 2009

Oscuridad Dentro

Esa cosa que tiembla al ver lo que mis ojos proyectan, y grita y se retuerce de dolor al sentir lo que mi piel siente, trata de escapar mi cuerpo hecho de carne pero queda atrapado tras la barrera emocional que mi mente tuvo que crear cuando te fuiste. No hay explicación a la forma de actuar de mi mecanismo de defensa, es emocional, es un defecto y una reacción involuntaria que quedó de secuela cuando te perdí. Es un oscuro y triste ser, sin ningún propósito de vida más del que enfermarme poco a poco luchando hasta con mi esqueleto. Mi espíritu trata de defenderse, reza y ruega por un mínimo respeto. Es imposible dejarlo adentro a convivir conmigo, me mata lentamente y sufro un dolor imposible de describir pero, a la vez, es imposible dejarlo ir. Sería como un parto de un niño de seis años que por dentro estruja mis órganos sólo por diversión. Es un dolor indescriptible que, irónicamente, tengo el placer de sentir. Pues tuve que sentir lo contrario para ser víctima de él, tuve que sentirme llena de júbilo y se me regaló la oportunidad de oír a un coro de ángeles cantar el “aleluya” sólo por ti, y solo para mi. Fui tan afortunada que ahora sólo queda sufrir, mejor dicho, sufrirte. Es la única forma en la cual puedo mantenerte conmigo, aunque sea difícil de entender, son los síntomas de la enfermedad que mató a una estúpida masoquista, en busca de un amor que no era correcto, y siempre fue contra las reglas.

Bla bla ... Bla

Tu eres un lienzo vacío, o hasta capaz una hoja en blanco. Crearé de ti un sueño ideal, descansa y duerme mientras tanto. Podrías ser arcilla húmeda o también, tal vez, madera blanda. Serás de mis creaciones, la reina. La única que manda. Mis manos son instrumentos, no más que herramientas de creación. Más mi mirada y un soplo de ángel, te transmitirá verdadera y pura emoción. Con un pincel y colores inventados pintaré tu sonrisa, y tus deseos atados. Diseñaré tu sueños y besos de amor dejaré allí marcados.

¿Quién dice?

_ Estás desperdiciando tu energía...
_ ¿Quién dice? Yo pongo mi energía en dónde quiero.
_ Esta bien, yo sólo te digo, es un desperdicio.
_ ¿Y qué te hace pensar eso?
_ Tenés muchas opciones, mucho más seguras, mucho más dispuestas...
_ Ya sé eso, pero no quiere decir nada para mi
_ Sí, no está consciente de lo que tiene en sus manos, no lo aprecia como el resto. Ignora lo que sos.
_ Pero yo si me doy cuenta, yo sé lo que arriesgo
_ Lo vas a perder y no vas a tener nada para mostrar. Vas a terminar como mártir...
_ No me importa. Mártir seré...
_ No seas infantil Rosario, hay gente buena a la que estás ignorando
_ No estoy ignorando a nadie.
_ Bueno, hay gente buena a la que no estás ayudando.
_ Sigo intentando ayudarlos...
_ Pero sin tu energía, la dejaste toda concentrada en el lugar equivocado...
_ No es voluntario, esta fuera de mi poder.
_ No lo creo...
_ No me importa, no te metas, esto va mas allá de mentes...
_ Es tú funeral...
_ Dejá de preocuparte, si es así como decís... Ya va a acabarse la energía concentrada
_ ¿Estás segura?
_ Sí, ya perdí mucha, no voy a pelearlo.
_ Me parece bien
_ Ahora no me hables más
_ Bueno.

martes, 19 de mayo de 2009

Luto

El día era perfecto: el sol brillaba, no había nubes a la vista, y ella vendría a verme en unos minutos.

No hacía frío ni calor y una brisa refrescante se paseaba por la ciudad, creando sonrisas en las caras angustiadas.

En aquella plaza que ella me presentó, los árboles parecían reirse a las cosquillas del viento. Los jóvenes charlaban bajo alguna sombra y los niños jugaban a las escondidas. Los perros corrían sus freesbees y las señoras sentadas en los bancos, hablaban de la vida que habían tenido el privilegio de vivir.

Todos éramos felices, y yo especialmente porque esperaba su llegada. Entonces, un llamado.

Un ángel había muerto. Repentinamente, y sin razón lógica. Un accidente, una batalla perdida. Un ser especial perdido en la amarga realidad del mundo. Lo que ella nunca quiso ver. La maldad del hombre, la violencia injustificada.

Entonces hubo silencio por dos minutos y todo pareció detenerse.

De repente las nubes tomaron al cielo de rehén, y la brisa pareció enojarse al enterarse la noticia. El viento llevó el mensaje a los árboles quienes gritaban de pena y negaban con sus cabezas. Los jóvenes corrían alejándose de la lluvia como si fuera ácido. Las madres buscaban a sus niños y los perros corrían ahora en busca de refugio. Las señoras, con los diarios sobre sus cabezas, empezaron a emigrar el lugar.

Me quedé sólo, parado en la esquina, incrédulo y estupefacto. En unos minutos mi vida había cambiado, como también la de todo aquél que tuvo el honor de conocerla. La plaza estaba de luto. El cielo también.

Me agaché, el dolor me carcomía por dentro. De cuclillas, en medio de la lluvia, puse mis manos en mi cabeza y grité al cielo. No eran palabras, no era denuncia. No era una queja, pues ella no lo hubiese querido.

Fue el dolor que mi alma sentía, escapando de mi cuerpo para hacer lugar a lo mucho que faltaba de él. Fue la descarga involuntaria que evitó la explosión.

En ese momento, de entre las nubes el sol escapó, y un arcoíris apareció sobre los árboles. El viento perdió fuerza, la lluvia empezaba a detenerse. Los árboles se tranquilizaron, y de la oscuridad un rayo de luz apareció.

Ahora podía ver la despedida que mundo quiso darle. La perfección estaba ahí, en su plaza. Sobre los árboles que ella me enseñó a escuchar, los colores del arcoíris que le dieron luz a su vida. El arte de la naturaleza de luto, el cielo que la lloró. Los árboles que la despidieron.

Era lo que se merecía. Entonces sequé mis lágrimas con la manga de mi buzo, y sonreí al cielo. Sabiendo que ella recibiría mi sonrisa, y devolvería otra.

Limbo

Estaba a pasos de cruzar las puertas del Cielo. Pasos. Sólo tenía que seguir caminando. Para adelante, seguir para adelante. Tan cerca estuve. Tanto sacrifiqué para llegar. Sin embargo me detuve. Simplemente dejé de caminar.
Sabía que no podría volver para atrás. Sabía que el único camino era el que estaba frente a mí. Sin embargo, me detuve. Me quedé quieta y en silencio viendo las puertas del Cielo. Me estaban esperando. Esperaban que cruce el umbral. Todos lo esperaban. Era mi momento. Me tocó en el sorteo. Pero no quise caminar, y rechacé el Paraíso. Así que vi como lentamente se cerraban las puertas.
No podía dar vuelta la cabeza para ver qué había del otro lado. No había un segundo camino. No había una segunda opción ¿Y mi libre albedrío? Lo perdí. Lo perdí cuando negué mi realidad para sumarme a la tuya. Negué mi destino por vos.
No sabía yo. No sabía si seguías vivo o no. No sabía si la razón por la cual no estabas era porque tu camino era otro. Pero te buscaría en el infierno si fuera necesario. Y si no estabas allí, estaría más cómoda en el infierno de todos modos. Porque el Cielo sin vos no es Cielo. La eternidad sin vos, inimaginable.
Pero está bien ahora. Las puertas se cerraron. Yo te busco, desde el Limbo. Te busco entre los vivos, y te busco entre los muertos. Busco tu espíritu con el mío. Por Dios, cómo espero encontrarte...

miércoles, 13 de mayo de 2009

El Adiós del Ángel Caído

Fui antes un bello y puro ángel, pero perdí. Por mal conducta, del cielo me enviaron aquí. Todo es diferente, pero yo vivo por y para ti. Confía, no hay nada que sea hiriente dentro de mi.

Los sentimientos que de mi desbordan, me vacían. Antes la energía de felicidad, sin duda ellos veían.

Tres días y tres noches de un invierno, por ti y por él lloré. Gotas saladas en mis mejillas, tantas que me deshidraté. Ahora estoy en el fondo, y cual ex-ángel, solo una salida queda. El principio del fin llegó, sobrevivir esta vez... No sé si pueda...

Con afiladas navajas de doctor, mis venas una vez corté. Y con sólo tu imagen en mi mente, a La Parca contraté. Llévame a donde no existe el amor, al encapuchado comenté. Prefiero mil veces puro dolor, y luego simplemente conversé:

Mis errores de a poco me asesinaron, las mil y un cosas en las que fallé. A pesar de mi intención, las cicatrices del amor son único que me llevé. Hazme olvidar de las muchas relaciones que sin pensar formé. Apaga ya mi corazón, que no sepa que con fuego me quemé.

Pues solo el ser de esencia, en éste juego puede perder. Un camino o el otro (y al extremo), ahora sólo queda perecer.

Mil millones de disculpas al mundo, que mi magia no ayudó. Pero como actual ser humano, el errar se me inculcó.

El ángel caído que con la Tierra se disculpó, con un beso en la mejilla de La Parca se despidió.