Las palabras no fluyen, no cierran. Es un síntoma común.
Los escritores se impacientan, confundidos ante la impotencia de no poder transmitir el mensaje como se debe. Aquellas letras que ordenadas conforman una descripción, un sentimiento, o tan sólo un detalle. ¿Dónde se escondieron las palabras?
¿Quién ahogó nuestra inspiración?
¿Qué debilitó nuestra creatividad?
¿Quién ahogó nuestra inspiración?
¿Qué debilitó nuestra creatividad?
Hay demasiado para contar en convivencia con los locos. Con los perdidos. Con los renegados y los desesperanzados. Son personajes complejos, interesantes. Son amigos, iguales aunque diferentes.
Hay tensión, energías mixtas y enredadas que pasan del uno al otro, con distinta intensidad, y desde diferentes puntos de vista.
Hay miles de problemas encerrados en la misma burbuja, conviviendo unos sobre otros, hablados y ocultos.
Hay peligro más allá de la seguridad, hay tristeza más allá de la alegría, y hay odio más allá del amor.
Todo contrasta. Perdimos el libre albedrío, ya no podemos elegir. Somos manejados por extraños, que ya son conocidos. Sómos títeres con libertad sólo en la mente, y en el papel.
Claro que ésto es la repercusión de nuestros actos, de nuestras malas y autodestructivas desiciones.
La reacción de nuestras acciones.
Es el precio que tenemos que pagar, y el camino a nuestra salvación. Algo que puede ser tomado cómo un castigo, o una mano tendida. Un obstáculo en el camino, o el camino entre los obstáculos. Es un partido de ajedréz incompleto; o uno de truco con la copa de cigarrillos perdida entre los "censurados" que guardan las enfermeras.
Hay desconfianza de parte de las autoridades para/con los convictos... Es decir, pacientes. Hay nervios y exámenes. Positivo o negativo: una de dos. La exoneración o el castigo. Un tema que se interpone entre uno y su salida, su liberación.
Una montaña de rocas frente a la salida de emergencias. Una poesía sin rimas ni métrica.
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