Más desearía aún, que todos quisieran cambiar al mundo.
Pero... ¿Cómo?
¿Cómo despertar a una generación corrompida y confundida?
¿Cómo convencer a los que ya lo intentaron, y perdieron la esperanza?
¿Cómo llegar a las masas?
Y la pregunta más importante: ¿Qué es lo que se puede cambiar? ¿Cuál es la enfermedad que de a poco asesina a nuestro planeta?
El virus... somos nosotros. Lo que hay que cambiar no es lo que ya está hecho, eso es imposible. La gente tiene que cambiar. Tiene que despertar y ver lo que nos está pasando.
Basta de caminar sonámbulos. Basta de ser cuerpos vacíos siguiendo reglas impuestas por la sociedad. ¿Para qué? ¿Eso es vida?
Nacer, ir al colegio. Crecer, ir a la facultad. Terminar, ir a trabajar. Ganar plata y consumir. Ese es el plan social. Eso es lo que “debemos hacer”. Ser exitosos, ser mejor que el resto para sobrevivir.
Pisar cabezas en el camino si es necesario, amparados por la supervivencia del mas apto. La ley de la selva rige. Pero somos seres humanos, no animales. Somos conscientes, y actuamos en sociedad. ¿No sería mil veces mejor si entre todos nos ayudáramos? ¿No piensan mejor dos cabezas que una? ¿No iríamos más lejos?
Sobrevivir... Sobrevivir... ¿No sería mejor vivir?
Basta de calcular años, estudios, probabilidades... Basta de analizar y pensar por sobre todo. Hay que sentir más y pensar menos. La vida no es eterna, y cada día que pasa significó tu tiempo y lo decidiste hacer con él.
El mundo en sí, el planeta, está enfermo. Fuimos nosotros quienes lo enfermamos, y lo peor de todo es que lo sabemos, y no hacemos nada para cambiarlo. De seguir así, ignorando las cosas más importantes para preocuparnos por la política y la economía mundial, la inflación y la caída del dollar, lo vamos a arruinar más allá de reparo.
¿Qué futuro les espera a los que recién ahora nacen? ¿Y a los que nacerán en diez años? ¿No es injusto para ellos? Nacerán en un mundo putrefacto, en el cual la guerra no es sorpresa, la injusticia es usual, y la indiferencia reinará. La niñez será interrumpida, como ya lo es, y crecerán ignorantes viviendo en una realidad paralela, tecnológica y artificial. Cómoda y sin sentido.
La vida es mucho más de lo que la sociedad nos quiere enseñar. Todos somos personas individuales, un cuerpo, una mente y un alma. Nosotros somos nosotros, y sólo nosotros. Somos dueños de nuestro destino y toda decisión que tomemos con respecto a nuestra vida, va a repercutir sólo en ella. Lo que nuestros padres, profesores, presidentes y cualquier tipo de autoridad nos diga, no es palabra santa ni verdad absoluta. Ellos no estarán en nuestro cuerpo ni en nuestra mente el día de nuestra muerte.
Nacimos y moriremos solos. Nuestra línea de tiempo es manejada por nosotros, y nadie más. Pensemos entonces. Pensemos solos. Tomémonos el tiempo para reflexionar, y sentir. Lo único que todos queremos es ser felices, y el dinero no lo puede comprar.
Piensen que el dinero no es lo más importante. Piensen que los presidentes son sólo personas como nosotros, con poder que generalmente no saben usar. Es un poder abstracto, es un poder incoloro, y lejos está de ser la verdad.
La verdad va mucho más allá. La vemos cuando abrimos los ojos. La vemos en la naturaleza, y en la sonrisa de un bebé. En el amanecer, en las estrellas y en los momentos únicos con nuestros seres amados. En nuestra canción preferida justo cuando la necesitamos, y la poesía que siempre nos hace llorar. En un paisaje extraordinario y en la carcajada de nuestros mejores amigos.
A nuestro al rededor el verdadero mensaje de la vida está pidiendo ayuda: ¡Dense cuenta! ¡Abran los ojos! El planeta es fuente de vida. El sol y el agua nos dan todo lo que necesitamos. Lo que es importante de verdad, es el amor. Sobre todas las cosas. Y el odio es un sentimiento inservible, que nos hace mal a nosotros mismos y sólo nos llena de un sentimiento amargo.
No podemos estar peor guiados. Lo importante nadie nos lo enseña, y cuando alguno de nosotros se da cuenta, y trata de transmitirlo, el resto hace que escucha y vuelve a poner algún programa de Cris Morena.
Pero... ¿Cómo?
¿Cómo despertar a una generación corrompida y confundida?
¿Cómo convencer a los que ya lo intentaron, y perdieron la esperanza?
¿Cómo llegar a las masas?
Y la pregunta más importante: ¿Qué es lo que se puede cambiar? ¿Cuál es la enfermedad que de a poco asesina a nuestro planeta?
El virus... somos nosotros. Lo que hay que cambiar no es lo que ya está hecho, eso es imposible. La gente tiene que cambiar. Tiene que despertar y ver lo que nos está pasando.
Basta de caminar sonámbulos. Basta de ser cuerpos vacíos siguiendo reglas impuestas por la sociedad. ¿Para qué? ¿Eso es vida?
Nacer, ir al colegio. Crecer, ir a la facultad. Terminar, ir a trabajar. Ganar plata y consumir. Ese es el plan social. Eso es lo que “debemos hacer”. Ser exitosos, ser mejor que el resto para sobrevivir.
Pisar cabezas en el camino si es necesario, amparados por la supervivencia del mas apto. La ley de la selva rige. Pero somos seres humanos, no animales. Somos conscientes, y actuamos en sociedad. ¿No sería mil veces mejor si entre todos nos ayudáramos? ¿No piensan mejor dos cabezas que una? ¿No iríamos más lejos?
Sobrevivir... Sobrevivir... ¿No sería mejor vivir?
Basta de calcular años, estudios, probabilidades... Basta de analizar y pensar por sobre todo. Hay que sentir más y pensar menos. La vida no es eterna, y cada día que pasa significó tu tiempo y lo decidiste hacer con él.
El mundo en sí, el planeta, está enfermo. Fuimos nosotros quienes lo enfermamos, y lo peor de todo es que lo sabemos, y no hacemos nada para cambiarlo. De seguir así, ignorando las cosas más importantes para preocuparnos por la política y la economía mundial, la inflación y la caída del dollar, lo vamos a arruinar más allá de reparo.
¿Qué futuro les espera a los que recién ahora nacen? ¿Y a los que nacerán en diez años? ¿No es injusto para ellos? Nacerán en un mundo putrefacto, en el cual la guerra no es sorpresa, la injusticia es usual, y la indiferencia reinará. La niñez será interrumpida, como ya lo es, y crecerán ignorantes viviendo en una realidad paralela, tecnológica y artificial. Cómoda y sin sentido.
La vida es mucho más de lo que la sociedad nos quiere enseñar. Todos somos personas individuales, un cuerpo, una mente y un alma. Nosotros somos nosotros, y sólo nosotros. Somos dueños de nuestro destino y toda decisión que tomemos con respecto a nuestra vida, va a repercutir sólo en ella. Lo que nuestros padres, profesores, presidentes y cualquier tipo de autoridad nos diga, no es palabra santa ni verdad absoluta. Ellos no estarán en nuestro cuerpo ni en nuestra mente el día de nuestra muerte.
Nacimos y moriremos solos. Nuestra línea de tiempo es manejada por nosotros, y nadie más. Pensemos entonces. Pensemos solos. Tomémonos el tiempo para reflexionar, y sentir. Lo único que todos queremos es ser felices, y el dinero no lo puede comprar.
Piensen que el dinero no es lo más importante. Piensen que los presidentes son sólo personas como nosotros, con poder que generalmente no saben usar. Es un poder abstracto, es un poder incoloro, y lejos está de ser la verdad.
La verdad va mucho más allá. La vemos cuando abrimos los ojos. La vemos en la naturaleza, y en la sonrisa de un bebé. En el amanecer, en las estrellas y en los momentos únicos con nuestros seres amados. En nuestra canción preferida justo cuando la necesitamos, y la poesía que siempre nos hace llorar. En un paisaje extraordinario y en la carcajada de nuestros mejores amigos.
A nuestro al rededor el verdadero mensaje de la vida está pidiendo ayuda: ¡Dense cuenta! ¡Abran los ojos! El planeta es fuente de vida. El sol y el agua nos dan todo lo que necesitamos. Lo que es importante de verdad, es el amor. Sobre todas las cosas. Y el odio es un sentimiento inservible, que nos hace mal a nosotros mismos y sólo nos llena de un sentimiento amargo.
No podemos estar peor guiados. Lo importante nadie nos lo enseña, y cuando alguno de nosotros se da cuenta, y trata de transmitirlo, el resto hace que escucha y vuelve a poner algún programa de Cris Morena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario